He llenado de lágrimas toda tu ropa.
He recorrido las calles de madrugada para verte reír.
He cortado, por ti, todas las cuerdas que sujetaban mi cuerpo en plena caída al vacío.
He perseguido tus ganas tras horas, tras meses, tras años. Tras daños.
He buscado en tus ojos, en tus manos, todo lo que perdimos.
Me bebí todas las cervezas de los bares que pisaste, para olvidarte; de los bares que pisaste, para besarte; de los bares que pisaste para olvidarte, otra vez.
He cedido mi mano, mi brazo, mi cuerpo entero.
Me he dejado vencer todas y cada una de las veces que decidiste darme por sentado.
He esperado, he gritado, he llovido. Granicé para que te doliera a ti. Para que me supieras colgando entre tus dedos mientras tú te dedicabas a cortar hilos.
Y ahora que caigo, sigo esperando que vengas a sujetarme o que caigas conmigo.
Aunque tú, como siempre, no estás.
Aunque yo, como nunca, no estoy.
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